Comunicador y divulgador ambiental
Director CHEGRANA
La humanidad siempre ha producido residuos.
En Prehistoria los residuos eran básicamente orgánicos, siendo perfectamente asumibles por el medio ambiente.
Junto con el concepto de basura, llega el de vertedero según Peggy Ayres, investigadora especializada en la historia de los residuos.
Hace 5.000 años, en la ciudad cretense de Cnosos, se excavaron los primeros vertederos para arrojar allí la basura, y las primeras normas relativas a la gestión de los desechos llegaron en la Antigua Grecia, concretamente en asentamientos urbanos como Atenas, donde hace 2.400 años, se exigía que la basura se enterrase a una distancia a no menor de una milla de distancia de las murallas de la ciudad.
Los avances de las primeras civilizaciones, trajeron asociados nuevos tipos de residuos. En la Edad Media, muchos de los conocimientos anteriores y normas de higiene de la Antigüedad se olvidaron, y la consecuencia fue que grandes epidemias redujeron un tercio de la población europea. Sin embargo, en el siglo XV se empezó a considerar de nuevo la necesidad de gestionar los residuos y las calles se comenzaron a limpiar y pavimentar.
A finales del s. XIX en Nueva York se construyeron instalaciones para reciclar y reutilizar diferentes materiales, (papel, metal, etc.,) y en Reino Unido antes de la época industrial también empezó a reutilizar y reciclar materiales tales como ropa, metales o papel. A principios del XX, con la Revolución Industrial, tuvo lugar un gran desarrollo de la metalurgia y de la producción industrial de bienes que hizo que extraer materias primas naturales y transformarlas se convirtiera en una tarea sencilla e inmediata y el reciclaje pasó a olvidarse otra vez, a excepción de los periodos bélicos en los que, por necesidad, se reactivaba.
En épocas más recientes, desde la segunda mitad del siglo XX, los nuevos avances tecnológicos y el cambio y aumento de consumo, ocasionan la aparición de nuevos tipos de residuos, cuyo volumen y peligrosidad exigen desarrollar nuevas soluciones para minimizar su impacto ambiental.
Escalada de aumento de producción de residuos
Desde mitad del S. XX, con el desarrollo económico y aumento de población a nivel mundial, la generación de residuos ha aumentado a una preocupante velocidad.
La masa de basura crece proporcionalmente más rápidamente que cualquier otro foco de contaminación medioambiental, incluidas las emisiones de gases efecto invernadero. Este crecimiento se debe principalmente a la unión de tres factores: El crecimiento demográfico, el desarrollismo urbanístico y el aumento del nivel de vida. Estos factores son positivos en sí mismos si evolucionan de manera sostenible. El problema no son estos factores, sino cómo los llevamos a cabo, cómo los gestionamos como sociedad en teoría civilizada.
A nivel de Unión Europea, actualmente, la producción anual de residuos de todas las actividades económicas asciende a 2.500 millones de toneladas, y en los hogares cada ciudadano produce en promedio de casi media tonelada de residuos municipales.
A pesar de los continuos esfuerzos de la UE y de sus Estados miembros fijando diversos tipos de objetivos en planes, programas y todo tipo de disposiciones, no se reduce el crecimiento en la generación de residuos per cápita, ni aumenta la recuperación y reciclaje en igual o mayor medida.
La generación de residuos no debe ir siempre ligada al crecimiento económico, hay que hacer un esfuerzo importante en toda la cadena de valor empresarial, en la producción industrial de bienes y servicios y en los cambios de hábitos de vida y de consumo por la sociedad, para que el crecimiento económico no vaya indexado por sistema, al aumento exponencial de generación de residuos.
Objetivos en gestión de residuos que nunca se alcanzan
Si miramos en perspectiva en la península ibérica, no hemos avanzado mucho en la gestión de residuos desde la época griega
La prueba de que estamos fallando es el continuo fracaso en alcanzar los de objetivos marcados tanto a nivel nacional como europeo. Del año 2017, según los datos obtenidos del Perfil Ambiental publicado el Ministerio de Transición Ecológica (Miteco), se obtienen estos datos:
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España es de los países de la Unión Europea que vierte una mayor cantidad de residuos a vertederos, un 57,6%, frente a una media de 33,5 % en la Unión Europea.
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En cuanto a recuperación y reciclaje de residuos, España está muy por debajo de la media europea; alcanza un 32,6% frente al 46,8 % europeo.
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Y finalmente, hay que recalcar que en España se valorizan energéticamente un 12,9% de sus residuos, siendo el 42,9% la media de los países europeos.
Si observamos la siguiente tabla, los datos obtenidos en 2017 (últimos con registros oficiales contrastados) por una parte, España está muy distanciada de la media europea en mayor porcentaje de residuos de destinados a vertedero y menor porcentaje de reciclaje y recuperación de materiales, y por otra parte, muy lejos de los objetivos de las normas del Plan Estatal Marco 2016-2022 para el año 2020 y a años luz de los objetivos fijados por las Directivas Europeas de residuos.
En los países europeos con mayor índice de valorización energética, el porcentaje de residuos destinados a vertederos es prácticamente nulo; En Dinamarca, 1%, Alemania, 1%, Austria, 3%, Países Bajos, 1%, Suecia, 1%, Bélgica, 1% y son precisamente estos los países, los que mayores porcentajes de separación de residuos en origen destinados a reciclaje y recuperación de materiales y, además, los que mayor tasa de circularidad tienen.
Eurostat 2017 Porcentajes de reciclaje y recuperación por países
La tasa de circularidad es la parte de los recursos materiales utilizados que provienen de productos reciclados y materiales recuperados.
Si observamos la tasa de circularidad en la Unión Europea (UE) obtuvo el 11,2% en 2017. Esto significa que más del 11% de los recursos materiales utilizados en la UE provienen de productos reciclados, pero en España estamos muy por debajo, en el entorno del 7%, habiendo descendido en los últimos años.
La Economía Circular persigue convertir el residuo en un recurso
Según el Estudio ‘Completing the Picture “How the Circular Economy Tackles Climate Change” de la Fundación Ellen MacArthur, en colaboración con Material Economics, para lograr los objetivos climáticos de la ONU de alcanzar cero emisiones en 2050, pasar a las energías renovables solo puede eliminar el 55% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, por lo que es imprescindible y urgente abordar el 45% restante por medio de la Economía Circular.
Promulgar normas que fijen objetivos genéricos en determinados periodos temporales está muy bien pero si no generamos a la vez el panorama y escenario social, cultural, empresarial y económico, que haga posible abrir vías para llegar a esos objetivos, será un esfuerzo baldío.
Pero ¿Cómo reducimos la generación de residuos, aumentamos el porcentaje de reciclaje y recuperación de materiales reducimos al mínimo los residuos depositados en vertedero y a la vez que generamos crecimiento económico, aumentamos la población y mantenemos la sociedad del bienestar?
Esta no es la pregunta del millón, es la pregunta del billón. Sin embargo, en materia de residuos una cosa es clara:
Si no creamos las bases para que la transición hacía la Economía Circular sea una realidad, nunca resolveremos el grave problema de los residuos y su efecto pernicioso para el medio ambiente, economía, sociedad y salud humana.
Es deseable y casi necesario para avanzar en línea recta, dar sentido y coherencia a la normativa, desechar inercias administrativas, simplificar con coherencia y rigor los farragosos trámites burocráticos, huir de la presión de lobbies interesados, despolitizar el mundo de los residuos, escapar de dogmas y mantras teóricos, abolir políticas ambientales basadas en concepciones meramente ideológicas, abrir las mentes y ser capaces de enfocar el problema desde una concepción holística integrada, y no fragmentada, interesada o cortoplacista.
Y entre otras muchas acciones del Plan para la transición de la economía lineal a la circular, entre otras acciones a acometer creemos necesario profundizar en la circularidad de los residuos en base a:
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Introducir la sostenibilidad en la sociedad, mediante cambios legislativos para las Administraciones Públicas, empresas y ciudadanos, desde el ámbito presupuestario, fiscal, societario y de consumo.
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Promulgar normativas sobre procesos productivos e industriales que den paso a la obligatoriedad legal de utilizar materiales reciclados de manera gradual tanto a las Administraciones Publicas como a empresas, por sectores productivos y en porcentajes asumibles.
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Promover políticas económicas y fiscales que incentiven la creación de líneas de negocio de materias primas secundarias con una política de precios adecuada para crear una auténtica economía que conlleve la creación de empleo verde.
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Integrar actividades circulares de ecodiseño, uso, reutilización y reciclaje en las cadenas de valor de las líneas de producción poniendo coto a la “obsolescencia programada” y estableciendo jurídicamente el “derecho a la reparación”.
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Incentivar y promocionar la investigación y desarrollo e implementación de nuevas tecnologías y mejorar la financiabilidad de los proyectos de economía circular.
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Fomentar la educación, concienciación y divulgación ambiental a todos los niveles, de la sociedad.
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Educar para el cambio del modelo y patrones de consumo actual por unos hábitos más responsables, sostenibles, saludables y solidarios.
La Agenda 2030 de la Unión Europea y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible no pueden ser declaraciones de principios, han de vertebrar todo el ordenamiento de desarrollo que de verdad persigan esas metas y conseguir entre otras la salud y bienestar, energías asequibles y no contaminantes, la producción y consumo responsables y la acción por el clima.